Cada vez que en verdad miraba las ventanas de esa persona, no importa quién, pero siempre estaba dentro de un auto, con cara de amargada o amargado, sufriendo por rencores que tenía en el pasado, no me dejaba de preguntar qué habría detrás de esa vida: si felicidad y la persona a quien yo miraba con incertidumbre solo había tenido un mal día, o si esa mujer estaba enojada porque era la segunda vez que su matrimonio fracasada, o si la simple cara de amargado por tener setenta años y seguir siendo virgen…Es lo que siempre me cuestionaba. Pero me di cuenta de que mi cuestión era poca al tener mi excelente memoria y acordarme de las personas que primero conocí gracias a la escuela o a mi país. Me pregunto qué fue de mi primer amor platónico cuando yo dejé de vivir cerca de él, o de la niña que se quedó sin padre y de otra que se quedó sin madre a los cuatro años. Me cuestiono la existencia de mi abuelo y de mis bisabuelos, e incluso del mismo Einstein.
Me cuestiono la existencia de la gente que veo por televisión, y no porque no creo que sean falsas, si no porque su personalidad ha sido consumida por los comentarios de otros y nunca podré platicar con los muertos o este tipo de personas que no sabían que existiría cuando estaban vivos o simplemente siguen vivos y no tienen idea de quién soy.
Me pregunto cada día si mis recuerdos son verdaderos, si los momentos más importantes de mi vida existieron, o si esas personas de quien tengo un mínimo recuerdo por haberlas visto unos cuantos segundos son reales. Lo mismo sucede con los amigos: me cuestiono si un amigo es aquel que te pide dinero o lástima por él, o un amigo es aquel que no perdona cuando sabe que estás bien. Pero no cuestiono a un amigo que te quiere y que te enseña el lado bueno de su vida para compartirlo día a día contigo, y tampoco cuestiono a aquel que es frío pero confiable, aquel que siempre te pregunta cómo estás, y no lo hace por costumbre, si no por verdadero interés, y si el destino me reunió para conocer de todo tipo: los que son y los que no son. Y si esa señora que alguna vez llorar en su ventana porque era muy feliz y dejó de serlo a causa de una pérdida no tiene amigos, no sé cómo es que lo logró. Y logré encontrar cosas en cada persona a quien miro, y nunca olvidaré a este, con el cual nunca conversé, pero el cual marcó mi memoria por ser el elegido: ese hombre será importante, no sé si para el mundo, pero por lo menos para mí, porque su rostro es inolvidable.
Será aún más inolvidable la mentira que creí hasta mi muerte que nunca descubrí, y ese secreto que solo yo y él sabemos. Pero les aseguro que será más inolvidable esa lágrima que fue derramada para ti o por tu culpa, pues es inevitable olvidar ese tipo de cosas y mucho menos no sentirlas. Pero más inolvidable aún será el momento más feliz de tu vida, y te juro que no te puedo decir cuál ha sido el mío porque todavía no ha pasado, aunque he tenido en extremo buenos.
No le pido a nadie que me perdone, porque no siento culpa por ser quien soy, y alguien que no me ha perdonado es porque no se perdona a sí mismo y porque todas las noches abraza una almohada, que no significa que se siente en soledad, y tampoco significa que quiere un esposo y tiene que poner a San Antonio de cabeza: significa que tiene resentimiento hacia su pasado y no sabe perdonar, pero si tú estás consciente de que lo haces, no hay todo lo que dije, si no una pasión que se desea alcanzar y una meta que se quiere cumplir.
Te ruego que no te hagas del rogar, porque tu maldad te persigue y si quieres hacer de tu vida una tragedia, la harás, pero yo no competiré por hacer lo mismo con mi vida, y cargaré con todo lo que pueda cargar, y tú cargarás con más de lo que puedas por maldito quejumbroso. Si quieres morir, muere ahogado de tristeza, pero yo moriré hasta que sea enteramente feliz.
Yo sé que no supiste ser amigo, porque me atacabas, pero esa niña que perdió a su mamá no se quejó y la necesitaba más que tú, y todavía la tienes, así que no me pidas lástima, pues no la necesitas y mucho menos que te lo recuerde y llore contigo por tu infelicidad, si lo que quiero yo es ser feliz. Si sabes ser buen amigo, me aguantarás hasta morir, y si soy yo el buen amigo, que mejor para los dos.
Y estoy segura que sin ti puedo ser más feliz que nunca, pues la envidia ya me hartaba y solo puedo agradecerte una cosa: que no me hayas vuelto nunca a hablar, porque gracias a eso soy la persona que siempre quise ser, y gracias por dejarme ser. Pero a ti, el que me supo valorar, tengo que agradecer más que a nadie, porque supiste explotar mi inteligencia y mis talentos para mi beneficio y nunca para el tuyo, y te aprecio más porque de tu vida, tengo un cuestionamiento mayor que el de la señora del auto que tiene setenta y es virgen, porque a ti y a mí el destino nos unió para una sola cosa: la felicidad.